La semana pasada en mi cuenta de Twitter platicaba
yo con una amiga que asistió a la Asamblea de #YoSoy132. Me decía que no
debíamos ni de anular nuestro voto ni de no ir a votar. Vaya, creo que
cualquier persona responsable entiende que no ir a votar es dejar que otros
decidan por ti. El abstencionismo no es una solución a nada.
Pero… El voto nulo… ¡Ah! Siempre un tema de
discusión, que levanta pasiones.
En México tenemos actualmente 4 opciones para votar:
Un hombre compuesto casi en su totalidad de gel, una mujer que no se cansa de
decir que es mujer pero que lo hace con un tono de hombre político de los años
70’s, un pejelagarto que después de sembrar odio en 2006 ahora se presenta como
un hombre reformado que llama al amor y un señor que obviamente jamás ha visto
un peine en toda su vida. No hay de otra. Bien. Entiéndase que esto, mi
estimado lector, son sólo mis razones y de ninguna manera estoy intentando ni
promover ni imponer nada.
De las 4 opciones que tenemos en México, ninguna de
ellas me convence. Creo que las 4 son opciones arcaicas que no le
convienen a mi país. ¿Qué hacer si no me
convence?
La importancia del voto nulo, para mí, es la
capacidad que (no) tenemos para demostrar nuestra inconformidad. Si ninguno me
convence ¿por qué he de votar a la fuerza por uno de ellos?
Me decía mi amiga “Si no estás de acuerdo con
ninguna de las propuestas, entonces sería momento de exigir que se replanteara
la situación”. ¿Será posible que los políticos cambien su plataforma así nomás
porque sí? Pues no suena como algo que un político mexicano haría, ¿verdad?
El voto nulo, muy a pesar de lo que muchos me han
dicho, no es un voto que se irá por Peña Nieto. En la actualidad, el voto nulo
será contabilizado como un “voto inservible”, junto con los de quienes no
supieron cómo votar, los que marcaron mal, etc., etc., etc., pero para mí, al
anular mi voto, le estoy diciendo al IFE (y de hecho pienso escribirlo, aunque
sé que no lo leerán): Estimado IFE, los políticos apestan, no voy a votar por
ninguno de ellos. Exijo mejores propuestas, no caras y dichos.”
Tal vez habrá quienes me digan:¡Cómo es posible que
vas a anular tu voto, eres irresponsable!”. Pues bien, a aquellas personas yo
les digo: “¿Por qué me vas a obligar a votar por algo que no quiero, con lo que
no estoy de acuerdo?”
Imaginen una elección en el que más del 50% de la
población anula. ¿Con qué legitimidad podrá gobernar el siguiente presidente,
cuando más de la mitad del pueblo al que gobierna no estuvo de acuerdo con
ninguna de las plataformas políticas? ¿Qué mensaje le daría eso a las autoridades?
A mi forma de ver, el mensaje es muy claro: Es momento de cambiar.
Es importante que pensemos, que analicemos las
propuestas que tenemos frente a nosotros. No se trata de ir a votar por el
menos peor, es ir a votar por el que nosotros consideramos el mejor. Sea rojo,
azul, amarillo o “¿Contamos contigo?”, o ninguno, tenemos que razonar el voto,
pensarlo, analizarlo y reflexionarlo.
Sin lugar a dudas, lo que NO podemos hacer es no
votar. Eso si es irresponsable.
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